viernes, 2 de agosto de 2013

CUANDO EL SÁHARA ERA VERDE

(por Antonio Arnáiz-Villena. Edición y composición: Javier Alonso-Rubio)

El enorme territorio que cubre el desierto del Sáhara, con sus más de ocho millones de km2 es, sin duda alguna, el mayor de los yacimientos del planeta donde buscar huellas de nuestro pasado neolítico. Pues semejante arenal, casi infinito, tan sólo hace unos 10.000 años era una inmensa marcha verde muy adecuada para la vida humana. Con más de 6.000 kilómetros desde el mar Rojo hasta el océano Atlántico, y 1.500 kilómetros entre el Atlas marroquí y el Sahel, hubo allí, probablemente instalada en el último periodo glacial hasta su fin, una de las más densas poblaciones existentes.



POSTULADA MIGRACIÓN SAHARIANA. Las poblaciones mediterráneas antiguas están dentro de cuadrados. Las poblaciones de hoy día están dentro de círculos. Los kurdos (30 millones) viven en el área señalada con puntos rosados: Kurdistán. Véase Ref.1.




Paisaje montañoso de Tassili N’Ajjer (Argelia)

En este lugar paradisiaco, con una extensión mayor que los Estados Unidos o más de diez veces la de España, yace a disposición de la ciencia una considerable masa de objetos prehistóricos. Atractivo de por sí lo suficiente para llamar la atención de muchos especialistas, pese a los numerosos inconvenientes que hasta ahora presentaba a sus visitantes: hostil geografía, dificultades de transporte, una administración militar (franceses, ingleses, italianos, españoles), división política, y un largo etcétera. Lo que explicaría la precariedad de los estudios, descubrimientos e investigaciones si se compara con su enorme dimensión. No obstante, esa escasez no ha sido obstáculo, por fortuna, para que la prehistoria del Sáhara sea conocida. Ciertamente que hay lagunas en la cronología, faltan fechas en el Neolítico, ausencia de estratigrafía (interpretación de las capas o niveles del terreno), a lo que se añade la escasez de trabajos de campo. Sin embargo, los periodos fundamentales se pueden establecer con casi absoluta fiabilidad. En la parte positiva, hemos de coincidir con otros investigadores que el número de artefactos líticos, puntas de flecha, bifaces, restos óseos, herramientas de piedra y cerámicas son inagotables. Pero aún nos ha sido legado un tesoro mucho más valioso para el conocimiento de la aurora de la civilización: un álbum con miles de páginas, una biblioteca entera de imágenes, pinturas, grabados, frescos, relieves sobre su entorno, fauna, creencias, vida cotidiana y evolución social. Además, claro, la curiosidad de saber: ¿qué había sucedido en ese proceso de transición entre un Sáhara verde y un Sáhara hiperárido?

Los especialistas clásicos del norte de África, aceptan una aparición muy temprana (V milenio a. C.) del Neolítico, la gran revolución humana. Otros prefieren la palabra “explosión”, que convierte al hombre en un productor de alimentos, sirviéndose de la agricultura, la ganadería y una serie de técnicas que, en un relativo corto espacio de tiempo, le empujaría hacia una inexorable cadena de descubrimientos que aún continúan en nuestros días. Por enumerar alguna de las primeras actividades hablaremos de construcción de aldeas, cerámicas, almacenaje de sus excedentes alimenticios, navegación a vela, progresiva desaparición del nomadismo, etcétera. En definitiva, el nacimiento de las primeras sociedades, que se documenta habitualmente en determinados puntos como la meseta de Anatolia, Mesopotamia, Egipto, Siria y Palestina, lo cual no quiere decir que fue allí donde se produjeron los cambios trascendentales que llevaron en línea recta al periodo conocido como Neolítico.

Solamente que en esas geografías han aparecido restos y yacimientos en buen estado de conservación para su estudio. En nuestra opinión, el Sáhara tiene aún bastantes sorpresas que dar en la datación de esa época de transición de la humanidad. Y muchos prehistoriadores han encontrado en el Sáhara la “cuna de la agricultura” y la ganadería. La discusión sobre esta teoría sigue viva, centrándose ambas posiciones en el descubrimiento de semillas, pólenes y herramientas de cultivo, que sirvan de apoyo a la hipótesis. Para los partidarios del Neolítico en África, las bolsas de mijo encontradas en Tichitt (Mauritania), o las grandes cantidades de bayas o las semillas de sandías, son pruebas suficientes. Tampoco el hecho de que surjan por todas las partes azadas de piedra, trituradores de semillas, picos rudimentarios para cavar, etcétera. La cuestión a debatir con los argumentos arqueológicos ha quedado en el aire, con una especie de acuerdo sobre lo que algunos estudiosos han denominado “Neolítico en mantillas” en el Sáhara. Pero antes de cerrar el tema, quisiéramos añadir que existen otras disciplinas como la Genética, la Lingüística, la Biología y la Historia del Arte, que igualmente tienen cosas que decir. Además, existe un factor digno de tenerse en cuenta muy especialmente, pues sin duda actuó como mecanismo desencadenante para el alumbramiento de esa revolución: el cambio de la climatología. Nos parece mucho menos importante la carrera para conseguir objetos de datación más lejana, que la demostración de una necesidad y el entorno justo para la iniciación del salto neolítico; y en ninguna otra parte del globo terráqueo se dieron los elementos y circunstancias precisas, como en esta probeta gigantesca que ahora llamamos el desierto del Sáhara. Un paraíso verde, una gran demografía de cazadores-recolectores-pescadores, una rápida subida de la temperatura y la presión de una naturaleza cada vez más árida, exigiendo un proceso continuo de adaptación para sobrevivir.



Grabado rupestre de rinoceronte (izquierda).Pintura rupestre de  grupo de pastores con bóvidos (derecha). Tassili N’Ajjer (Argelia)

La climatología del globo terrestre ha sufrido periodos de cambio durante el último millón de años –es decir, el Cuaternario- conocidos como glaciaciones. En estas fases alternaban etapas frías y calurosas, prolongándose cientos de milenios. A los periodos de grandes precipitaciones, conocidos como pluviales, seguían otros con predominio de la sequedad, que afectaba tanto a la vegetación como a las especies animales. El régimen de lluvias del África del norte, depende de las masas de aire tropical y de los anticiclones que actúan en el Atlántico: el de las Azores en el hemisferio norte y el de Santa Elena en el sur. Cuando un anticiclón se sitúa frente al Sáhara, avanzan los alisios, o vientos frescos, que se calientan a medida que marchan hacia el este abrasando todo lo que encuentran. Cuando desapareció la masa glacial de Escandinavia, Norteamérica y la parte más septentrional de Europa, se inició el calentamiento de las temperaturas con un aumento del nivel de los mares de aproximadamente un metro por siglo. Se calcula que en las costas del Atlántico frente a los Países Bajos, el mar es ahora 120 metros más alto que en la última época glacial. A partir de ese momento, los vientos monzónicos que aportaban las borrascas atlánticas del norte, cambiaron su trayectoria, con un deslizamiento por encima de la cordillera del Atlas. Lo que condenaba al territorio sahariano a una sequía galopante. También se desviaron los vientos del sudoeste con una gran dosis de humedad. Aunque la región antártica no parece que sufriera modificaciones sustanciales, los hielos del sur contribuyeron también al debilitamiento de la fase húmeda, incapaces de empujar los frentes fríos hacia el Ecuador, como antes de la Era Glacial.

En menor escala, las diferentes influencias que se interfieren entre sí, alteraron los procesos naturales de precipitaciones, régimen de vientos, corrientes marinas, temperaturas de las aguas marinas, evaporaciones, etcétera. Resumiendo, que desde un punto teórico, la causa primordial de la desertización del Sáhara obedecía al retroceso de los hielos. Los frentes fríos que bajaban del norte o subían del sur, no alcanzaban ahora las regiones saharianas. Así, al finalizar la glaciación última o de Würm, el clima húmedo comenzó a degradarse y donde corría una red hidrográfica de unos trescientos ríos, algunos con un caudal semejante al del Rhin o lagos de la extensión de España, la falta de lluvia y la creciente evaporación transformaron al cabo de pocos milenios el Sáhara verde en una región árida y sin vegetación. Tan sólo la formación lacustre del Gran Chad, que desbordaba sus aguas en el vertedero de Rongor, pudo resistir quedando reducido a la vigésima parte de la superficie. El resto de los ríos, como muestra el plano realizado por una nave de la NASA, dotada de un sistema de radar capaz de profundizar dos metros en la superficie del desierto, solo son esqueletos de las que habían sido las corrientes vivas. Así, en el gran arenal, únicamente es posible contabilizar unos centenares de oasis y pozos separados por leguas de distancia. Ref.2, Ref.3. Pero las consecuencias más dramáticas de este calentamiento de la zona y su progresiva desecación, la sufrirían los habitantes norteafricanos. La reducción de la fertilidad de aquel vergel privilegiado, obligó probablemente a los cazadores-recolectores-pescadores a tomar drásticas medidas generación tras generación. Quizás no todos los pobladores reaccionaron de igual forma, ante una situación tan compleja como el cambio de clima, que seguramente no llegaron a comprender. Para ellos únicamente era visible el empobrecimiento de los pastos, los bosques, los ríos, los acuíferos, los lodazales, las plantas impidiendo la subsistencia de los seres humanos y los animales. Además, a ello cabe añadir la extrema diferencia de temperatura entre el día y la noche, la carencia de lluvias y el desgaste de la naturaleza por unas arenas traídas y llevadas por los vientos. Fue entonces cuando algunos buscaron la salvación emigrando a cualquier parte donde fuera posible: el valle del Nilo, cuyo caudal dependía de otro régimen climático y que para su asombro no había sido afectado de manera sensible; el paso por el estrecho de Gibraltar al continente europeo; la búsqueda de nuevas tierras a través del pasillo palestino en el inmenso continente asiático, demográficamente mucho menos denso. Y otros prosiguieron perfeccionando las técnicas productivas neolíticas, que les habían conducido a la agricultura y la ganadería, hasta que resultó imposible su continuidad. La creciente desertización, finalmente provocaría el éxodo masivo a partir del VI milenio a. C., extendiendo las nuevas técnicas por grandes áreas del planeta. No obstante, la evolución del hombre no sería de ninguna manera uniforme. Mientras en lugares como el valle del Nilo, Siria y Mesopotamia, la aplicación de estos conocimientos revolucionarios, conocidos como el Neolítico, fue muy rápida, en otros puntos, se tardaron siglos en utilizar. Quedando rincones en todos los continentes donde las sociedades paleolíticas permanecieron sin modificar su existencia hasta nuestros días. Consumada la catástrofe, el Sáhara guarda en sus entrañas importantes secretos sobre el pasado del hombre en general y sobre el Neolítico en particular. Pues entre otras posibilidades de información, nos encontramos con los primeros eslabones de una cadena, que en 10.000-8.000 años ha conducido al ser humano hasta la actual civilización. Un rico patrimonio donde los arqueólogos han estudiado qué clase de cultura portaban los protagonistas de esta cambio climático. Y nos refieren que el poblamiento del Sáhara verde no era, como corresponde a región tan enorme, completamente homogéneo.


Pintura rupestre de hipopótamos. Tassili N’Ajjer (Argelia)

En Kuma, historia del África negra, de Ferrán Iniesta, se obtiene un buen panorama de la secuencia cultural de los hombres que ocuparon el Sáhara. El Capsiense del Sáhara y la ribera mediterránea (35.000 a. C.), daría lugar al Jartumiense (6.000 a. C.) La desertización se produjo inicialmente entre 8.000 y 4.000 a. C., esto indujo a que parte de la población se dirigiese hacia los cuatro puntos cardinales, incluidos el Chad y Jartum. En esta época, el desierto líbico era ya difícil de atravesar. El asentamiento humano antes de 6.000 a. C. en los pantanos del valle del Nilo y en el selvático sur del Sáhara era muy difícil. Iniesta piensa que la serpiente, el carnero, el disco solar, los cráneos deformados por vendas y la momificación son los principales caracteres culturales saharianos, jartumianos y pre-egipcios. La cerámica de Jartum era similar a la utilizada en lo que hoy es Palestina y también en la costa libia (Gafsa) Ref.4. Nosotros creemos por los datos genéticos y lingüísticos que la emigración sahariana se dirigió también hacia las islas Canarias, el pasillo palestino y Europa, a través del estrecho de Gibraltar, Sicilia-Italia, etc., además de hacia el sur, con más dificultad. Ref.5, Ref.6. Gentes saharianas/jartumianas llegarían a ser la semilla de la cultura egipcia primitiva hacia el año 3.700 a. C., como indica la cultura de la ciudad de Nagada y su ámbito de influencia. Estas mismas gentes llegarían a Sumer hacia el 2.900 a. C. y a la India hacia el 2.250 a. C., fundando la cultura del indo y de las ciudades como Harappa y Mohenjo-Daro.

Como hemos dicho al principio, el Sáhara verde nos ha dejado otra herencia maravillosa: sus dibujos y pinturas. Un registro que confirma la autenticidad del “gran parque natural” que fue aquella inmensa extensión, muy elocuente no sólo respecto al entorno de la fauna, sino a la vestimenta de sus habitantes, sus adornos, su vida social, etcétera. Estas representaciones contienen búfalos antiguos gigantes, extinguidos hace unos 6.000 años, animales del África subtropical como el hipopótamo, los antílopes, el elefante, las jirafas, el rinoceronte. También se representan dos clases de bueyes, el llamado ibérico de cuernos gruesos y cortos y el africano con  la cornamenta en forma de lira. Las escenas cinegéticas a lo largo y lo ancho de las cavernas, refugios, farallones, prueban en efecto que por aquellos parajes hubo numerosas tribus de cazadores. En algunas pinturas rupestres se descubre el estado de cautiverio de los rebaños, y en otros la existencia de perros para el control de las manadas. El concepto de propiedad de las bestias está representado por un colgante pendiendo del cuello de algunos bóvidos representados.

En cuanto a la agricultura, los dibujos de hombres manejando hoces autorizan a pensar en la recolección de gramíneas. Las muchachas inclinadas parecen dedicarse al espigueo o al arranque de vegetales. Los grupos de mujeres con palos de cavar, sugieren la idea de un proto-cultivo masivo para el alimento de una población muy densa. Son frecuentes los grabados de danzas y ritos de hombres enmascarados y mujeres, posibles sacerdotisas o diosas. Quizá fue en estas cuevas donde se fue elaborando las creencias sobre la Diosa Madre, señora de la fecundidad, la vida y la muerte.

El comportamiento de los figurantes, delas bestias tótem, de los que se entregan a coitos rituales, milenios después perdurarán en las ceremonias de tipo sexual de los santuarios de Mesopotamia, Oriente Medio, etc. El imparable proceso de la sequía y con ello la degradación de la vida se tradujo en patéticos intentos de reanimar las fuerzas de la naturaleza mediante demostraciones propiciatorias. No faltan además tipos de pinturas abstractas y esquemáticas. Son los laberintos, los discos, las cabezas zoomorfas, los trazos geométricos, aureolas, serpientes, etc., una interpretación del cosmos y quizá del más allá de las primeras sociedades humanas en el umbral de la civilización.


REFERENCIAS

1. Arnaiz-Villena, A., Gómez-Casado, E., Martínez-Laso , J. Populations genetics relationships between Mediterranean populations determined by HLA allele distribution and a historic perspective. Tissue Antigens60:111, 2002. 

2. Kutzbach, y otros. Vegetation and soil feedbacks on the response of the African monsoon to orbital focusing in middle Holocene. Nature, 384:623, 1996.

3. Mc Cauley, JF., Schaber, GG. and Breed SC. Subsurface valleys and geoarchaeology of the eastern Sahara revealed by shuttle radar. Science, 218:1004, 1982.

4.  Iniesta, F. Kuma, historia del África negra. Ediciones Bellaterra, Barcelona, 1998.

5. Arnáiz-Villena, A. y Alonso-García, J. The usko-mediterranean languages, en Arnáiz-Villena, A. (editor). Prehistoric Iberia: genetics, anthropology and linguistics. Ed. Kluwer-Plenum Press, 2000. Aquí.

6. Arnáiz-Villena, A. y otros. The origin of Cretan population as determined by characterization of HLA alleles. Tissue Antigens, 53:213, 1999.

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