(por Antonio Arnáiz-Villena y J. Alonso-García. Edición y composición: Javier Marco)
Es
muy importante la opinión del vascólogo Koldo Mitxelena sobre los textos
ibéricos en lengua para determinar el grado de parentesco entre el vasco y el íbero. Son conclusiones que
creemos positivas, pese a la insuficiencia de sus traducciones. Hay que reconocer
que fue capaz de identificar un grupo de palabras al cual calificó de
pertenecientes al idioma euskera. Mucho más de lo que han hecho la mayoría de
los vascólogos posteriores, algunos de los cuales enemigos acérrimos de la
hipótesis del vascoiberismo.
Mitxelena
estuvo toda su vida muy interesado en este fenómeno de las posibles relaciones
entre vasco e íbero, que como sabemos, desde el estallido de la Segunda Guerra
Mundial perdió vigencia, debido entre otras causas a la revalorización de las
influencias célticas en Europa. El filólogo vasco, pese a su puntualización de
que las lápidas de Aquitania y algunas otras procedentes de Navarra e incluso
Cataluña estaban escritas en vasco, acepta al menos que hay relaciones en ellas
igualmente con el lenguaje ibérico. Lo que no deja de ser una prueba más de la
común identidad de ambas lenguas, pues significa que ni siquiera un hombre de
su excelente preparación fue capaz de distinguir que aquellas lápidas eran más
ibéricas que vascas. Argumento, que nosotros pensamos se defiende con la
semejanza que hay en todas ellas, independientemente de que procedan del
Pirineo Occidental o el Oriental. Y donde nadie hasta hoy se ha atrevido a
calificar de “vascos”, los textos e inscripciones de la Cerdaña francesa o de
Enserune, junto a Beziers. Aunque eso sí, algunos han esgrimido excusas más que
razones, para desvincular el vasco y el íbero: dioses célticos que no aparecen
en ningún otro hallazgo, aculturaciones ocurridas por la proximidad geográfica,
emigraciones transpirenaicas. Todas ellas cortinas de humo para no enfrentarse
con una realidad evidente, el vascoiberismo, que en definitiva han desorientado
a otros especialistas que estaba vigente desde los primeros tiempos (licenciado
Poza, Guillermo Humboldt, etc.), y sufrió un abrupto retroceso después de Tovar
y Mitxelena, que no por ellos, que siempre dudaron.
Influencias
nefastas, que puede desprenderse de alguno de los comentarios de Mitxelena,
cuyo desconocimiento de lo que era el panorama religioso de los antiguos vascos
y vascones hacía muy difícil, por no decir imposible, que pudiera traducir unas
lápidas que debieran haber sido bastante asequibles de haber estado al tanto de
lo que significaba la religión de la Puerta y su vocabulario. Lo que le lleva a
conclusiones erróneas, como pensar que todo lo que no es léxico claramente
identificable, son divinidades del panteón de los pueblos europeos,
introducidos a través de los pasos pirenaicos; o simplemente onomástica. Algo
que rara vez los pueblos prerromanos incluían en sus piedras mortuorias y que
es una fácil escapatoria (decir que una palabra en lengua semi-desconocida es
un nombre propio). El filólogo vasco, por tanto, esperaba encontrar nombres
semejantes a los de la Turma Salluitana. Aquí. lo que en principio parecía algo lógico, pero no
cuando se trataba como en este caso de ritos y creencias, frases obituarias
religioso-funerarias típicas de lo que creemos, es la religión de la Diosa
Madre.
En
resumen, Mitxelena también nos hace una pequeña síntesis sobre su opinión de
las lápidas del Pirineo en alfabeto latino, tanto de la vertiente francesa como
de la española. Para acabar con una conclusión más bien ambigua que pesimista
sobre las relaciones entre el vasco y el ibérico, a todas luces extraviada, por
la superficialidad de los conocimientos sobre la religión vernácula de íberos y
vascos, que pese a los esfuerzos del etnólogo Barandiarán, resultaban muy ricas
en pormenores locales, pero demasiado endogámicas y fuera del esquema general
compartido con otros pueblos.
La
opinión de Mitxelena se resume en el siguiente párrafo:
“…lo
que sabemos, lo sabemos casi todo gracias a una circunstancia afortunada: la
conservación de un número no despreciable de inscripciones de época romana en
la Aquitania. Ellas nos dan, aparte del dato inapreciable de que en zonas
bastante extensas del sur de Francia subsistían hablas íntimamente relacionadas
con el vasco, uno de los conocimientos absolutamente seguros que poseemos
acerca de la familia lingüística a que pertenece nuestra lengua. Una cierta
documentación sobre nuestra onomástica antigua, pues lo que en ellas no es
latín, son nombres de personas o divinidades. Limitándonos a lo más seguro,
podemos obtener un cierto número de palabras, en algunos casos
prácticamente iguales a voces vascos bien conocidas, y un cierto número de
elementos de derivación. Y a pesar del carácter fragmentario del material, y de
las dificultades de interpretación, podemos sacar importantes conclusiones,
sobre el sistema de los nombres mismos… y hoy por hoy, no parece que la lengua
vasca, y a la que llamamos ibérica, aunque no sabemos de ella o de ellas apenas
nada más que el aspecto externo de algunas palabras, haya otras relaciones que
las nacidas de su proximidad geográfica, aunque en algunos casos sean
indiscutibles” Ref.1.
Por
esto, creemos y proponemos que Mitxelena, con sus profundos conocimientos y
gran intuición, creía en esa relación vascoibérica; una relación poco
afortunada, puesto que la erudición de la época había envuelto en una falsa
nebulosa.
Efectivamente que Mitxelena creía en la relación vasco-ibérica, nunca la oculto ni negó, la estudió y la dio a conocer, en el texto que transcribís y en otros muchos casi hasta la saciedad. No fue además nada ambiguo en su pensamiento, por lo que no se puede estar en absoluto de acuerdo ni con el título ni con las burdas insinuaciones que se hacen en él. Mitxelena creía firmemente en las relaciones de contacto entre el vasco y la lengua o lenguas ibéricas, lo cual descarta radicalmente cualquier otro tipo de relación, especial y particularmente la genética o de parentesco. Esa "prueba más de identidad común entre ambas lenguas" que queréis deducir de sus palabras es además de infundada una auténtica falacia. Si conocieseis tan solo un poco el pensamiento del renteriano, sabríais que rechazaba radicalmente el criterio de autoridad como prueba científica, el cual parece queréis hacer valer, pues exigía y se auto exigía siempre y en toda circunstancia pruebas empíricas para validar cualquier proposición. El texto que transcribís no deja además lugar a dudas. "... NO parece que la lengua vasca, y a la que llamamos ibérica [...] haya otras relaciones que las nacidas de su proximidad geográfica". Mitxelena sí creía en la relación entre ambas lenguas, pero no "esa relación" que con argumentos torticeros insinuáis. !Qué fácil es desdecir a una persona que no está viva! De seguro que si estuviera entre nosotros, exhibiría su vivo genio que guardaba pero sacaba a relucir especialmente ante cualquier intento de manipulación como esté que pretendéis ahora.
ResponderEliminarMitxelena escribe diferentes variantes en diferentes ocasiones sobre sus creencias de la relación euskera/ibero.
EliminarClaro que sí, pero nunca en ninguna de ellas fue más allá de esa supuesta relación de contacto, que es la única que se lee en el texto de Apellidos Vascos mencionado. Una de las características fundamentales del pensamiento y praxis de Mitxelena siempre fue su extremada prudencia y su irrenunciable rigor científico. Nunca dio un paso más allá de lo que razonablemente se podía dar por probado o muy verosímil, en su defecto. La relación vasco-ibérica nada tiene de esto, sino todo lo contrario. Si hay algo seguro en esa relación es su falta de relación filogenética, y eso es precisamente lo que defendió Mitxelena en toda su obra.
ResponderEliminarMitxelena vivió y escribió muy condicionado por Tovar, por lo mucho que le iba en ello para protegerse. Las opiniones de Tovar sobre el parentesco del euskera y el ibérico son aun más fluctuantes. Sus métodos de comparación euskera/íbero son también dudosos, a nuestro entender. Desgraciadamente la lingüística es más de dogmas e hipótesis, que una ciencia más exacta.
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